Lic. Diego Chameides
Economista Jefe del Banco Galicia
Si bien Argentina está varios escalones por debajo de pares regionales, el sector financiero puede crecer a alta velocidad.
Si cualquier persona tuviese que describir en pocas palabras las características principales del sistema financiero argentino, probablemente utilizaría términos como “poco profundo”, “transaccional” y “de corto plazo”. Estos son rasgos salientes de un organismo que se ha ido adaptando a lo largo de los años a las circunstancias macroeconómicas de un país que no ha logrado sostener en el tiempo políticas de desarrollo como las que han incorporado otros países emergentes.
La falta de una moneda que actúe como resguardo de valor del ahorro de los argentinos es en gran medida una consecuencia de la inestabilidad continua que deriva de desequilibrios que cuestan corregir y que, aún cuando circunstancialmente pueden ser rectificados, vuelven al poco tiempo a acechar por fallas de diseño institucional.
Retomando la descripción del sistema actual, es fácil evidenciar la falta de desarrollo del sistema financiero local cuando se compara el ratio de depósitos privados a PBI con otros países. Mientras que en Argentina ese valor alcanza el 29% (o 23% si se considera solo al sector privado), en vecinos como Brasil o Chile, se observan relaciones del 51% y el 83%, respectivamente. La diferencia es aún mayor cuando se observa el indicador de préstamos en relación al PBI, con 12% para Argentina y 50% y 103% para Brasil y Chile, respectivamente. Dentro de Latinoamérica, el segundo valor más bajo lo ostenta México, con un 23%, es decir, casi el doble que el sistema local.
Asimismo, Argentina cuenta con un sistema transaccional, donde 50% de los depósitos en pesos del sector privado son a la vista y un 90% del saldo total de depósitos tienen un plazo residual menor a 30 días. Además, el porcentaje de fondeo de los bancos con depósitos es de los más altos de la región, como consecuencia, entre otras cuestiones, de la falta de desarrollo del mercado de capitales doméstico.
Bancos de otros países consiguen emitir deuda para apalancar su negocio, facilitando la originación de créditos a plazos más largos. La imposibilidad de obtener fondeo de largo plazo repercute en los plazos de los créditos que suelen tener duraciones mucho más reducidas. Por lo tanto, líneas con repagos a más de 10 años, como los préstamos hipotecarios, casi no están desarrolladas en Argentina, donde representan alrededor de 8% de las carteras de préstamos totales, mientras que en Chile, un sistema financiero casi 9 veces mayor por volúmenes de préstamos en términos del PBI, superan el 30%.
La inestabilidad macroeconómica y el constante cambio de reglas de juego se suman a una elevada carga tributaria como factores clave para explicar la falta de profundidad del sistema financiero argentino. Sobre el último aspecto cabe mencionar múltiples distorsiones generadas por un abanico de tasas e impuestos a nivel municipal y provincial que conviven con otros a escala nacional. En particular, en un contexto de persistente y alta inflación, como el que caracteriza a la Argentina hace varios años, la falta de un mecanismo de ajuste por inflación en el impuesto a las ganancias genera una carga excesiva por sobre los estándares de países comparables.
La ampliación de un sistema financiero sólido y profundo ha sido un pilar del desarrollo en múltiples países. Es el vehículo que permite intermediar fondos, protegiendo el ahorro y generando una asignación eficiente de los recursos, con el fin de promover inversiones que potencien el crecimiento de la economía y facilitando las decisiones intertemporales de consumo de las familias. Por ello, es clave fortalecer y profundizar el sistema local.
Si bien Argentina está varios escalones por debajo de pares regionales, la experiencia histórica muestra que, dadas las circunstancias adecuadas, el sector financiero puede crecer a alta velocidad.
En los últimos 20 años, pudimos ver como el crédito en relación al PBI subió 20 puntos en solo cuatro años a partir del año 2006 en Paraguay, partiendo de niveles similares a los que tiene Argentina hoy en día. En un periodo similar, Brasil logró un crecimiento de 13 puntos entre 2003 y 2007. Perú obtuvo un salto de 11 puntos entre 2010 y 2014. Remontándonos algunas décadas más en el pasado, también sobresale la experiencia de Chile a finales de la década de 1980, cuando logró incrementar en 32 puntos el crédito entre 1976 y 1980.
Argentina cuenta actualmente con un sistema financiero que, pese a todas las dificultades mencionadas previamente, ofrece un punto de partida que permite soñar con una expansión más acelerada en el futuro.
Alta liquidez, niveles de mora reducidos y sin descalces de moneda, los bancos argentinos están listos para atender a una población que se ha visto privada de financiamiento en cantidad y calidad por mucho tiempo.
Lograr ese objetivo requerirá un esfuerzo compartido de la sociedad para atacar los problemas de fondo que aquejan a la economía argentina y así brindar un marco propicio para emular el crecimiento del crédito que supieron cosechar nuestros vecinos.