Si bien se mantiene el liderazgo local en cuanto a la provisión de aceites y harinas a nivel mundial, el nivel de participación se viene reduciendo en forma permanente en las dos últimas décadas.
La producción mundial de soja se duplicó en las dos últimas décadas debido a una fuerte expansión del área y los rendimientos unitarios, que permitieron alcanzar una oferta total cercana a los 400 millones de toneladas. Ellos son exportados en un 82% por solo tres países, Brasil, Estados Unidos y Argentina.
No obstante, el crecimiento no fue uniforme en cada uno de ellos, siendo Brasil quien triplicó su producción a lo largo de ese periodo, en tanto que los Estados Unidos lo hizo en un 75% y Argentina en solo el 54%.
Ello se lo atribuye en el caso de Argentina a diferentes razones. La caída y posterior estancamiento de la producción en los últimos nueve años, es consecuencia de una nueva estructura de derechos de exportación que privilegia a los cereales en las decisiones de siembra, problemas de malezas resistentes en algunas zonas que suman costos de producción, una tecnología en semillas que difiere respecto a USA y Brasil en cuanto a potencial de rendimiento y calidad, y condiciones climáticas poco favorables en los últimos ciclos.
Ello se tradujo en una oferta cada vez más limitada, en relación a la capacidad de procesamiento -sin duda sobredimensionada- que llevo a una ociosidad que supera el 50% del potencial teórico de industrialización, a pesar de que aproximadamente el 90% de la mercadería disponible tiene por destino su transformación y posterior exportación como aceite, harina, biocombustible y otros derivados.
Si bien se mantiene el liderazgo local en cuanto a la provisión de aceites y harinas a nivel mundial, el nivel de participación se viene reduciendo en forma permanente en las dos últimas décadas.
En cuanto, a las exportaciones de aceite, Argentina llegó a tener el 57% del “market share”, en tanto que en la actualidad difícilmente alcanza el 40%. Y en harinas, la situación se reitera con guarismos del 48 y 39% respectivamente.
Esta situación es muy probable que se agudice aún más, de acuerdo a la decisión tanto de los Estados Unidos como de Brasil, de continuar expandiendo sus instalaciones procesadoras con el fin de incrementar la producción de aceite, con destino a la elaboración de biocombustibles, que permita aumentar el corte en su uso, con una menor dependencia de combustibles fósiles (mucho de ellos importados) además de generar un ambiente más sustentable.
La actual capacidad de industrialización de los Estados Unidos, sería expandida en el mediano plazo en al menos 18 millones de toneladas en los próximos años, lo cual permitirá aumentar la disponibilidad interna de aceite entre 3 y 4 millones de toneladas, generando un saldo de harinas de extracción, con destino a la exportación de más de 7 millones de toneladas, algo así como el 10% del comercio mundial para el ciclo actual.
A ello se suma, un incremento en la capacidad industrial en Canadá, orientada al procesamiento de colza y soja, con similar objetivo, aumentando así la disponibilidad de proteínas solidas.
En ese sentido, Brasil, quien supera año tras años nuevos récords productivos, también tiene proyectadas nuevas inversiones que le permitirá satisfacer los crecientes requerimientos de aceite para consumo interno y biocombustibles haciendo un aporte no menor en cuanto a las harinas proteicas.
Finalmente, se observa un paulatino incremento en su capacidad de procesamiento, de países que actualmente compran poroto, y que intentan agregar valor en destino. Prueba de ello es la expansión industrial que se da en Rusia, México, Egipto, Bangladesh, Irán, Tailandia, Vietnam, Turquía, Sudáfrica y otros menores que en conjunto aportaran hacia el 2025 aproximadamente 4/4.5 millones de toneladas adicionales de molienda.
De lo expuesto se deduce que el mercado de estos derivados de oleaginosas, proyectados según el USDA hacia el fin de la década en torno a 80 millones de toneladas, serán seriamente disputadas por los principales oferentes, Estados Unidos, Brasil y Argentina, con la clara posibilidad de continuar disminuyendo la incidencia de nuestro país en el concierto mundial.
Esto puede conducir a que el estancamiento relativo de las exportaciones argentinas de los derivados de la industrialización de soja, se compense con una mayor exportación de poroto, es decir un retorno a la primarización de los envíos al exterior, con la consecuente merma en el valor agregado de los mismos.
Recordemos que el complejo oleaginoso aporta en la actualidad el 55% (24.000 mil millones de dólares) de las divisas totales y más del 75% (7.000 millones de dólares) de la recaudación por retenciones solo del sector granario.
De allí que si se desea mantener la competitividad de nuestra industria procesadora, que en la actualidad dispone de cerca de 70 millones de toneladas de procesamiento, será imprescindible contar con un marco macroeconómico estable, que contemple una profunda revisión y reforma en materia fiscal, que elimine paulatinamente los impuestos distorsivos, especialmente los derechos de exportación, que tienen una fuerte incidencia en los márgenes del productor, desincentivando una mayor siembra y producción.
Estas medidas deberán ser acompañadas por una política agrícola que promueva a su vez, una mayor reposición de nutrientes y el reconocimiento de la propiedad intelectual en materia de semillas; con la total eliminación del intervencionismo del Estado, observado en los últimos años (cambios en las reglas de juego/ dólar diferencial, etc.) generando, además los incentivos necesarios para superar las restricciones estructurales de la cadena comercial.
Argentina en el nuevo escenario mundial del Complejo Soja
Noviembre 2022
Lic. G. López (FPC -Agritrend)