Un encuentro de Juan Llach con el Directorio de FPC.
Juan J. Llach, consultor de la Fundación, sostuvo un encuentro online con nuestro Directorio a pleno, para exponer, debatir y enmarcar juntos algunas ideas relevantes sobre la agenda nacional actual.
Surgieron datos concretos, hechos irrefutables y documentados, que nos ponen bien claro sobre la mesa la carta en juego: los inéditos desafíos del país en un contexto desconocido, en medio de nuestra acostumbrada anormalidad como nación.
Compartimos un compacto recorrido sobre este encuentro, que es virtuoso desde sus fuentes documentales y también a partir de su motivación genuina por sembrar un aporte real, posible, veraz.
Batiendo records.
La desmesurada anormalidad argentina presenta una estadística notoriamente coincidente con grandes desacuerdos, entre 1870 y 2019. Un record de declinación que se expresa en algunos crudos datos como estos:
- Crecimiento anual del PIB pc desde 1980: 0,4%
- Bimonetarismo record
- Inflación crónica
- Déficit fiscal crónico
- Muy baja productividad del Estado
- Alta presión y evasión de Impuestos
- Más pobreza y más desigualdad
Fortalezas, que siguen siendo fortalezas.
A pesar de todo, Argentina mantiene vivas sus fortalezas históricas, aunque con índices de declinaciones en algunos casos:
- Un Capital Humano apreciado. Los 3 premios Nobel en Ciencias, las inmigraciones que atrae el país y el valor de las organizaciones civiles siguen en pie.
- Innovación tecnológica. Los emergentes unicornios y las exportaciones de servicios son un claro indicador de una valoración considerable.
- Recursos naturales. Grandes extensiones sin explotar, un sector agropecuario de clase mundial y atractivos turísticos son pilares que se sostienen en el tiempo.
Demasiados cisnes negros.
El contexto mundial, está claro, no acompaña. Y esta realidad ofrece un doble filo: la crisis global que nos trasciende; pero –por otro lado- la oportunidad que genera la necesidad de un mundo que demanda alimentos, recursos naturales, capital humano, innovación tecnológica y todo lo más parecido a nuestras fortalezas.
La desigualdad floreciente, una inmigración descontrolada, la posverdad como rasgo cultural, la competencia entre emergentes; fuerte expresiones de populismo, nacionalismo y una democracia republicana hoy en el banquillo… todo un contexto.
Perspectivas reales.
A corto plazo, la salida dependerá de la duración de la pandemia. De las grandes recesiones, los mercados salieron de diferentes modos y dinámicas. Sin dudas, habrá que seguir a China y estar atentos a la crisis de oferta y de demanda.
A mediano plazo, la continuidad del nacional –populismo parece un hecho. La globalización seguirá su curso, pero con guerras comerciales cada vez más notorias, donde la geopolítica será una herramienta clave. Una buena noticia parece ser que los socios comerciales de Argentina seguirán liderando el crecimiento. Por último, un dato no menor: se proyecta una gigantesca liquidez global a la salida de la pandemia, con los riesgos de inflación (mundial) que ofrece esto.
¿Cómo salimos de este laberinto?
Los casos de España, Israel, Sudáfrica, Chile, Perú y Uruguay, por homologación natural y por inspiración, son la referencia para entender que es posible salir adelante, sin trucos, magia ni milagros. Con un plan.
- Con una estrategia de crecimiento a partir de acuerdos y asumiendo una implementación de largo plazo.
- Aumentando la inversión y las exportaciones para crear empleo y combatir la pobreza a partir de esta lógica.
- Un Consejo Económico y Social nuevo podría ayudar, aunque no es garantía.
- Proponer una estrategia País de apertura gradual y contractual.
- Atraer Capital Humano y fidelizar al propio, para evitar el “brain drain”.
- Definir un plan de estabilización post-pandemia: un shock para resucitar al Peso.
Hagamos de la necesidad una virtud.
Sería un gran momento para sorprender al mundo, saliendo de este laberinto “por arriba”, es decir, dando un salto sensible e histórico dentro de la motricidad a la que nos hemos mal acostumbrado.
Porque –en definitiva- debemos resistirnos a acostumbrarnos a lo inédito de las desmesuras. Y re-instalar la capacidad de asombro por lo inédito que incomoda, pero al mismo tiempo es el motor que promueve un camino virtuoso basado en las necesidades propias y del mundo.